jueves, 21 de octubre de 2010

El cuerpo

-Confiésalo, me amas-dijo Kevin mientras recorría suavemente su espalda con las yemas de los dedos.
-Sabes que eso no es cierto- Serena se giró para poder mirarle a los ojos.
-Lo es-replicó él.-Si no me amaras no habrías vuelto a buscarme.
Serena se quedó en silencio, contemplando su rostro, desprovisto de cualquier emoción. Ella odiaba cuando ponía esa cara de póquer típica de la gente como él, seguros de si mismos, arrogantes y sumamente perfeccionistas. ¿Lo amaba? Nunca se lo había planteado. Ella desde que tenía uso de razón sabía que el mundo estaba a sus pies. Que podía tener todo cuanto llegara a desear. Con el paso de los años, Serena se había convertido en la persona que estaba ahí en la cama con Kevin. Una niña malcriada, arrogante y extremadamente orgullosa.
-Te fui a buscar por un motivo, te quiero a mi lado...
-Porque me amas- insistió Kevin.
Serena ocultó su rostro en la almohada, no podía seguir mirándole. Le dolía no poder darle una respuesta clara. No le amaba, simplemente le quería para ella, no era capaz de verle con cualquier otra persona. ¿Eso es amor? Lentamente, despego la cabeza de la almohada y se giró hacia Kevin que había dejado de acariciarle la espalda.
-Dilo- la instó él- dos palabras, ocho letras. Y me quedaré contigo.
-Pero, yo...- A Serena jamás le había pedido ninguno de sus amantes que les dijera que les amaba. - No puedo-termino susurrando.
-Entonces nunca me tendrás.
Kevin salió de la cama, se vistió y se marchó. Dejándola ahí, son las palabras negándose a salir de su boca, y con la única compañía de su vieja radio destartalada, que sin importarle nada, seguía sonando.







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