Con 140 pulsaciones por minuto, músculos al límite, el corazón latiendo desbocado dentro del pecho y la mente en blanco. Sigues. La respiración se vuelve indomable, sólo intentas que algo de aire llegue a tus pulmones para poder seguir, para no detenerte, para no tener que volver a mirar atrás. Lo normal sería desistir. Pero tú nunca has dejado que se te apliquen las reglas que rigen el mundo. Sigues, sigues y sigues. Hasta que llega un momento que los músculos te arden, las piernas te flaquean. Tu corazón ruge desesperado, tu vista se nubla, y tus pulmones ya no son capaces de almacenar el aire que le entra a horcajadas.
Entonces es cuando te paras, y vuelves la vista atrás, preguntándote, por qué echaste a correr.
sábado, 23 de octubre de 2010
viernes, 22 de octubre de 2010
Looks para la playa.
Él le acariciaba suavemente el pelo, como si Serena fuera una niña pequeña. A ella le encantaba que él lo hiciera, pero ese gesto le pertenecía únicamente a él. Y él, consciente de que se les acababa el tiempo, aspiraba hasta el último ápice de su aroma. Serena olía a lluvia, a gritos, a locura. Todo el mundo sabe que una persona no puede oler a esas cosas, pero para él, ella tenía un olor especial.
-¿Puedo decirte algo?-le preguntó él.
-Lo que quieras-Serena se giró, recolocándose en sus brazos de manera que pudiese verle el rostro.
-Recuérdame.
Serena lo miro con la duda impresa en el rostro.
-Recuérdame,-siguió él-, cuando estemos a millones de kilómetros, cuando escuches mi canción favorita, cuando te pongas el jersey gris que me robaste, porque no encuentras tu ropa. Recuérdame con el tacto de las sábanas, con los largos paseos, con cada caricia. Recuérdame, cuando él ocupe mi lugar...
-No hará falta-lo cortó.- No nos separarán, tú nunca tendrás que irte.
Serena hundió la cabeza en su pecho, y él se limitó a abrazarla más fuerte aunque sabía que no podrían sobrevivir micho tiempo a base de promesas vacías.
-¿Puedo decirte algo?-le preguntó él.
-Lo que quieras-Serena se giró, recolocándose en sus brazos de manera que pudiese verle el rostro.
-Recuérdame.
Serena lo miro con la duda impresa en el rostro.
-Recuérdame,-siguió él-, cuando estemos a millones de kilómetros, cuando escuches mi canción favorita, cuando te pongas el jersey gris que me robaste, porque no encuentras tu ropa. Recuérdame con el tacto de las sábanas, con los largos paseos, con cada caricia. Recuérdame, cuando él ocupe mi lugar...
-No hará falta-lo cortó.- No nos separarán, tú nunca tendrás que irte.
Serena hundió la cabeza en su pecho, y él se limitó a abrazarla más fuerte aunque sabía que no podrían sobrevivir micho tiempo a base de promesas vacías.
jueves, 21 de octubre de 2010
El cuerpo
-Confiésalo, me amas-dijo Kevin mientras recorría suavemente su espalda con las yemas de los dedos.
-Sabes que eso no es cierto- Serena se giró para poder mirarle a los ojos.
-Lo es-replicó él.-Si no me amaras no habrías vuelto a buscarme.
Serena se quedó en silencio, contemplando su rostro, desprovisto de cualquier emoción. Ella odiaba cuando ponía esa cara de póquer típica de la gente como él, seguros de si mismos, arrogantes y sumamente perfeccionistas. ¿Lo amaba? Nunca se lo había planteado. Ella desde que tenía uso de razón sabía que el mundo estaba a sus pies. Que podía tener todo cuanto llegara a desear. Con el paso de los años, Serena se había convertido en la persona que estaba ahí en la cama con Kevin. Una niña malcriada, arrogante y extremadamente orgullosa.
-Te fui a buscar por un motivo, te quiero a mi lado...
-Porque me amas- insistió Kevin.
Serena ocultó su rostro en la almohada, no podía seguir mirándole. Le dolía no poder darle una respuesta clara. No le amaba, simplemente le quería para ella, no era capaz de verle con cualquier otra persona. ¿Eso es amor? Lentamente, despego la cabeza de la almohada y se giró hacia Kevin que había dejado de acariciarle la espalda.
-Dilo- la instó él- dos palabras, ocho letras. Y me quedaré contigo.
-Pero, yo...- A Serena jamás le había pedido ninguno de sus amantes que les dijera que les amaba. - No puedo-termino susurrando.
-Entonces nunca me tendrás.
Kevin salió de la cama, se vistió y se marchó. Dejándola ahí, son las palabras negándose a salir de su boca, y con la única compañía de su vieja radio destartalada, que sin importarle nada, seguía sonando.
-Sabes que eso no es cierto- Serena se giró para poder mirarle a los ojos.
-Lo es-replicó él.-Si no me amaras no habrías vuelto a buscarme.
Serena se quedó en silencio, contemplando su rostro, desprovisto de cualquier emoción. Ella odiaba cuando ponía esa cara de póquer típica de la gente como él, seguros de si mismos, arrogantes y sumamente perfeccionistas. ¿Lo amaba? Nunca se lo había planteado. Ella desde que tenía uso de razón sabía que el mundo estaba a sus pies. Que podía tener todo cuanto llegara a desear. Con el paso de los años, Serena se había convertido en la persona que estaba ahí en la cama con Kevin. Una niña malcriada, arrogante y extremadamente orgullosa.
-Te fui a buscar por un motivo, te quiero a mi lado...
-Porque me amas- insistió Kevin.
Serena ocultó su rostro en la almohada, no podía seguir mirándole. Le dolía no poder darle una respuesta clara. No le amaba, simplemente le quería para ella, no era capaz de verle con cualquier otra persona. ¿Eso es amor? Lentamente, despego la cabeza de la almohada y se giró hacia Kevin que había dejado de acariciarle la espalda.
-Dilo- la instó él- dos palabras, ocho letras. Y me quedaré contigo.
-Pero, yo...- A Serena jamás le había pedido ninguno de sus amantes que les dijera que les amaba. - No puedo-termino susurrando.
-Entonces nunca me tendrás.
Kevin salió de la cama, se vistió y se marchó. Dejándola ahí, son las palabras negándose a salir de su boca, y con la única compañía de su vieja radio destartalada, que sin importarle nada, seguía sonando.
miércoles, 20 de octubre de 2010
black and gold
Estoy agotada, pero me encantan los días de campo, de mear en grupo y espatarrada, de acabar bebiendo agua con tierrilla, perdiendo los anillos y los papeles, de ponerte flores en el pelo como si fuera todo un descubrimiento, de acabar con la nariz quemada del sol, con mosquitos rondando, haciendo juegos y pasándolo muy bien.
martes, 19 de octubre de 2010
Juliiiaaa
Cuando una historia termina en dolor, normalmente, es proporcional a la belleza del amor vivido. Y entonces, llegan puntuales a traición, los recuerdos.
lunes, 18 de octubre de 2010
Té!
Cuando se quiso dar cuenta ya era la hora del té, el baile de máscaras empezaba en media hora y ella aún no había decidido su destino. Estaba parada, desorientada ante tanto nervio, fuera se oían los preparativos... Respiró hondo, se dejó llevar, y, finalmente, se vistió de sí misma.
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