A ti:
No bastó conque parases el tiempo. No bastó con que viviéramos cada día cómo si fuese el último. No bastó con quedarnos sin aliento con cada caricia. No bastó con el calor que desprendían nuestros cuerpos, ni la agonía que suponía estar lejos el uno del otro. No bastó con ser polos opuestos, ni con todas las discusiones que al fin y al cabo, arreglábamos con un beso que sabía a olvido. No bastó con alejarnos de la realidad, tanto que vivíamos en una perpetua fantasía, pendiente de un hilo que a cada milésima de segundo, se resquebrajaba un poco más. Los dos sabíamos que este momento llegaría algún día. Que el destino, a quién mantuvimos engañado, nos descubriría. Ambos sabíamos que nuestra historia no tendría un final feliz. Y sin embargo nos escondimos, yo en tu piel, y tú en la mía. Yo me refugié en tus labios, que sabían a canela. Y tú te cobijaste en el hueco de mi cuello. Sí, yo era tu mar, y tú mi único barco. Así que no prolongo más la agonía de decirte adiós.
Posdata: te quiero.
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