domingo, 19 de diciembre de 2010

Valentino

Cada vez que viajaba en avión, buscaba tu rostro entre las nubes, me imaginaba tus rasgos en esas formas que se estiraban en el cielo. Te había escrito cien cartas y recibido cien tuyas, dos por cada semana que pasaba. Nos habíamos jurado reencontrarnos en cuanto fuera posible. Cuando no estudiaba, trabajaba para ganar lo necesario para volver algún día contigo. Hice de camarera en restaurantes, de acomodadora de cine, o simplemente de repartidora de propaganda; y cada gesto que realizaba lo hacía pensando en la mañana en que por fin llegaría a Berlín, a ese aeropuerto en el que estarías esperándome. ¿Cuántas noches me dormí en tu mirada, en el recuerdo de la risa que nos entraba de repente por las calles de la ciudad gris?








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